La vida no
las muestran como una montaña rusa con su alta y bajas y no es más que eso, hay momentos en que nos sentimos en la cima, sentimos
una sensación de progreso, de logros, de placer, que nada molesta, vemos a los
demás pequeños, insignificantes, sin ninguna importancia, pero de un momento a
otro descubrimos que llegamos hasta el final de la montaña y que no podemos
quedarnos allí que debemos continuar pero ahora no vamos a seguir subiendo es
hora de descender, vamos inclinándonos pero no tenemos el timón, no tenemos
maneras de pararlo y de repente comenzamos a asustarnos, a cuestionarnos ¿Por
qué nos tiene que pasar?, ¿Por qué tenemos que bajar, si aquí estamos cómodo?...
Es allí cuando empezamos a caer al precipicio y a sentir que nos morimos, que
ya termino todo y que de nada sirvió tanto tiempo subiendo, escalando, subiendo
obstáculos y alcanzando la admiración de los demás. Todo sucede tan rápido que
en lo único que se concentra nuestra mente es en aquel miedo de caer y no
podernos pararnos más. Cuando caemos nuestra vista no ve nada más, que las alturas
y en nuestras mentes solo recordamos lo que fue sentirse en la cima, y que ahora por una inevitable situación ya no
estamos allá.
En esos
momentos es en los cuales pensamos que Dios nos ha olvidado, que Él está en la
cima lejos de nosotros, distante, y que Él nos reprochara porque estamos abajo.
Pero no Dios sigue siendo Dios, sigue estando en el cielo, y aún sigue cuidándonos
desde arriba.
De pronto
volvemos a sentir, una pequeña sensación de despegue, como que una sensación de
tranquilidad, nos empieza a envolver, ya sentimos, nuevamente los pequeños
inicios de un despegue que nos impulsa hacia arriba, pero no es tan acelerado,
es casi como que tan difícil volver a subir, como que si está costando mas
subir esta vez, empieza a volver la alegría en nuestro rostro, empezamos a
sentirnos más emocionados, y que la vida nos está dando una nueva
oportunidad. Ahora, empezamos a vernos subir, escalar, comenzamos a ver
que se están encogiendo ante nuestra vista todo de nuevo, empiezas a mirarlo más
pequeño cada vez que vas subiendo mas y mas, y nos volvemos a sentirnos como antes.
Así es la
vida, con sus altas y sus bajas, tengamos o no la culpa, hallamos defraudado o
no a Dios, hubiésemos culpados a los demás o no, hayamos sido agradecimos o no,
fuese lo que fuere SIEMPRE nos toca enfrentar los altibajos de la vida,
queramos o no.
¿Pero tú
sabes qué? Lo importante no es quienes tuvieron la culpa o quienes no, lo
importante no es que nos justifiquemos delante de los demás para que nos
comprendan como fue que llegamos allí, lo importante no es que gastemos nuestro
tiempo y energía en evitar esos momentos, lo importante no es que nos impongamos grandes castigos, o
fuertes disciplinas espirituales, para evitar caer…. Lo verdaderamente
importante es que no importa en que lugar estamos si arriba o abajo, nos
mantengamos firmes en la fe, creyendo en Dios, creyendo en la palabra de Dios,
creyendo en lo que somos para Dios, creyendo en lo que tiene preparado para
nosotros Dios, creyendo en las promesas de Dios, creyendo que vale la pena
seguirle obedeciendo a Dios, creyendo que la última palabra la tiene Dios,
creyendo que el destino de nuestra vida lo tiene Dios, creyéndole a Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario